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¿Qué pasa con los animales tras un divorcio?

Ellos no aprecian qué es este proceso legal, pero su empatía con los humanos les provoca ansiedad al notar la angustia de sus dueños. El final de las vacaciones y la vuelta a las rutinas invernales son los días con más separaciones o rupturas. ¿Qué pasa cuando hay perros de por medio?

Por Inmaculada Castells i Escurriola, responsable de la Comisión de los derechos de los animales del Colegio de Abogados de Tortosa,

publicado en abogacia.es

Por supuesto que las separaciones son o deberían ser únicamente una cuestión de la pareja, aunque a veces también se hace partícipe de ello a los hijos, en caso de que los haya. Pero también a menudo hay otro testigo silencioso que forma parte de la familia, que siente y sufre también la ruptura, es nuestra mascota en el sentido más amplio (perros, gatos, …) si bien en el caso que nos ocupa, lo dedicaremos especialmente a los perros pudiendo constatar que, a tenor de las estadísticas, la situación se repite con frecuencia, ya que uno de cada cuatro hogares de España tiene una mascota con la que convive.

Hasta hace muy poco tiempo, tras una separación o un divorcio, desde el punto de vista legal, la mascota quedaba en un segundo plano, afortunadamente a día de hoy, la legislación nos ampara con la nueva regulación de seres sintientes (Ley de Bienestar Animal 7/2023 de 28 de Marzo). Por ello y aunque no lo parezca, nuestra mascota nota los cambios y se siente afectado/a por la situación, tanto si se queda con alguno de los dos progenitores como si se opta por la custodia compartida. Este nuevo proceso de adaptación al igual que las personas, debe ir siempre acompañado de pautas y medidas que ayuden a que el animal sienta el cambio lo menos posible, pues una separación afecta a todos los involucrados en la familia y nuestra mascota es uno más de ella, aunque posiblemente cada animal, al igual que las personas, es único y lo viva y exprese de una forma distinta.

Es obvio que los perros no tienen la capacidad de notar qué es un divorcio o una separación, pero es indiscutible que lo que sí sienten son los cambios en las rutinas, en los hábitos del día a día y especialmente la angustia de sus propietarios a lo largo de este proceso, pues no debemos olvidar que son animales sociales, muy empáticos y que nos muestran un amor incondicional. Por lo tanto, lo que reciba y perciba de su propietario en este proceso también afectará a la reacción que el animal adopte.

¿Quién no ha tenido la percepción que en ocasiones en las que nos mostramos ansiosos, deprimidos o enfadados, nuestros perros se dan cuenta de inmediato y así nos lo transmiten con una reacción determinada? Ellos rápidamente empatizan con las emociones de sus dueños y muchas veces las rupturas están marcadas por emociones negativas (discusiones, tensión, malhumor, etc.) lo cual afecta e inconscientemente hacemos partícipe a nuestro perro.

Pero realmente nos hemos planteado ¿Cómo afectan estas situaciones al comportamiento de nuestros perros?

Según la veterinaria de la clínica “Myfriends”, especializada entre otras en este tipo de conductas, Sra. Bárbara Cid, refiere que las repercusiones que conlleva una separación pueden manifestarse de diferentes maneras: tristeza, ansiedad, estrés, depresión o síntomas como hiperactividad, trastornos compulsivos, destructividad, conductas defensivas o agresivas entre otras.

Factores estresantes como el cambio a un nuevo hogar, las rutinas alteradas o la pérdida de uno o más miembros de la familia pueden derivar en alteraciones en el comportamiento de nuestro perro, ya que puede estar confundido y algo ansioso, dado que tiene que habituarse a esa nueva vida de la que le hacemos partícipe a través de notables y repentinos cambios de conducta, hábitos y comportamientos.

Frente a estos cambios, se debe priorizar la necesidad de pensar en el bienestar del perro incluso antes de que se produzca la ruptura con nuestra pareja. Y, en caso de que los cambios de conducta surjan durante el proceso, hay que acudir inmediatamente a buscar ayuda profesional, puesto que, si la tratamos al inicio, será más fácil modificar dicha conducta que cuando ya se cronifica.

De hecho, cuando uno de los dos se va de casa, el perro inmediatamente se da cuenta de que esa persona no volverá a compartir juegos o ciertas rutinas diarias con ese miembro de la pareja, es probable que siga esperando a la persona que se ha ido en la puerta a su hora habitual de llegada o que la busque, ¿pero qué armas debemos tener en cuenta a la hora de manejar esta situación?

Básicamente y desde mi experiencia como letrada, me gustaría destacar y compartir con los lectores las posibilidades que me planteo ante la redacción de un convenio regulador o ante la defensa judicial del procedimiento:

Custodia compartida ¿sí o no? Por un lado, las rutinas son muy importantes y los cambios de domicilio cada cierto tiempo les pueden resultar muy confusas, ya que a diferencia de los niños que se les puede explicar, el perro no podrá entender por qué sucede todo eso y el estrés posiblemente aumentará.

Custodia individual ¿sí o no? Por otro lado, ¿pasaría la solución porque el perro se quede con un miembro de la pareja y que el otro pueda venir a verlo, sacarlo a pasear, compartir gastos, etc.?

Si hay hijos/as menores, la respuesta desde mi punto de vista y experiencia, es clara: nuestro perro-mascota-, seguirá el mismo régimen de visitas que sigan los menores. Posiblemente será la manera en que menos sufra y note los cambios al seguir estando rodeado de la mayor parte de los miembros de su familia y mantener la mayor parte de hábitos y rutinas.

Si no hay hijos, habrá que discernir cuál es la mejor opción o hasta qué punto estamos dispuestos como adultos a priorizar por el bienestar de nuestro animal debiendo valorar y tener en cuenta aspectos como el vínculo afectivo con cada miembro de la pareja o quién tiene mayor disposición para poder atenderle debidamente, la responsabilidad de ambos en los cuidados y atenciones que precisa el animal, etc.

En este último caso, la decisión será más complicada, lo que implica dejar de lado todos los aspectos materiales que deben decidirse como consecuencia de la ruptura y centrar todos los esfuerzos como adultos en valorar y ver con quién de los progenitores nuestros perros tendrán una vida más ordenada y menos traumática, siendo capaces de llevar a cabo con la flexibilidad que ello comporte un régimen de visitas con el otro progenitor, compartiendo no solo tiempo sino también todas las responsabilidades económicas que se puedan derivar del mismo como un miembro más de la familia.

Solamente llegados a este punto de madurez y responsabilidad, seremos capaces de observar cómo nuestra mascota, en este caso los perros, siguen siendo igual de felices con un óptimo proceso de adaptación y estabilidad emocional.

Hacerles sufrir o no, en gran parte depende del ser humano, hagámoslo fácil, ellos NO tienen ninguna culpa de las decisiones ni responsabilidades que toman sus cuidadores.

El 64% cambiaría de trabajo o de casa

Según una encuesta realizada por rover.com entre los propietarios de perros, un 48% estaría de acuerdo en aceptar la custodia compartida frente a un 30% que lucharía por quedarse a su mascota y un 9% que ofrecería dinero a cambio. Además, con tal de conseguir la custodia, el 64% de los dueños de perro estaría dispuesto a cambiar de trabajo y/o de casa.