Quizá la estaticidad de la cara de los gatos hace que quienes no los conocen crean que se trata de animales fríos, distantes, egoístas y territoriales. No es cierto, sienten emociones.
Los gatos adoran a su compañero humano, pueden sentir celos, alegría, tristeza o enfado. Mi gato, cuando se enfada porque lo he dejado algún día
solo, me da la espalda durante todo el día. Y lo hace de forma absolutamente ostentosa. Claro que también me demuestra su apego tumbándose, literalmente, encima de
mí. La respuesta emocional de los gatos, que nada tiene que ver con la conciencia ya que no son seres humanos, puede ser instintiva o
aprendida, pero vaya si tienen emociones. Que no es lo mismo que sentimientos. De hecho, el cerebro del gato está preparado para ofrecer esas respuestas adaptativas
neuroquímicas y hormonales que llamamos emoción. Es más, son animales puramente emocionales y reaccionan ante los estímulos. Al mismo tiempo, aprenden de sus experiencias. ¿Cómo
decir que los gatos no tienen emociones si el comportamiento de las gatas hacia sus gatitos es un comportamiento absolutamente empático y maternal?
Tu gato te quiere. No lo dudes. Eso sí, tiene una forma de expresar el afecto muy diferente a la del perro, el otro animal doméstico por excelencia. Lo hace ronroneando, restregándose contra ti, acostándose en tu regazo o sobre ti o trayéndote, si sale a la calle, algún regalo en forma de pájaro o conejo cazado por ellos. No le regañes por ello. Es una muestra de amor. Todo ello sucede porque los gatos son capaces de crear vínculos de apego con las personas. Al fin y al cabo, tú eres para él la fuente de seguridad física y afectiva, ya que le proporcionas juegos, refugio y comida. Así, el gato asocia estas emociones positivas contigo. ¡Te adora! Es entre las dos y las siete semanas de vida cuando el gatito socializa con el ser humano. Son semanas críticas para ello. Si durante este periodo tiene contacto con el ser humano, será un gato que puede establecer vínculos de apego con el ser humano. Es más, cuanto más juguemos y nos relacionemos con ellos de pequeños, más necesidad tendrán de nosotros. Tu gato se puede enfadar. De hecho, lo hace mucho más rápido que un perro. Cuando la ira lo invade mueve la cola, eriza su pelo, silba, aúlla, enseña los dientes. Sus orejas estarán dirigidas hacia la parte posterior de su cabeza.
Las emociones gatunas
También es capaz de expresar satisfacción. No solo cuando están contigo, sino simplemente, cuando están a gusto. Por ejemplo, tomando el sol. Lo demuestra ronroneando, echando la cabeza hacia atrás y erizando la cola. Cuando está relajado, además, entrecierra los ojos. El miedo, la ansiedad y la tristeza también aparecen en su vida. Un gato se asusta ante lugares, situaciones y objetos desconocidos, pero también ante ruidos fuertes como petardos o fuegos artificiales, con la aspiradora, el secador de pelo o las tormentas. Tampoco le gustan los desconocidos. Su reacción es de alerta inmediata y salir corriendo a esconderse. Si es posible, se refugiarán en alto. Lo normal es que una visita ni se entere que hay gato si no se lo mencionas. No sé si sabías que hay quien dice que le tienen pánico a los pepinos, que confunden instintivamente con una serpiente. Luego está el transportín, que por experiencia asocian con viajes en coche o inyecciones. Como para no tener miedo. Es posible que nada más sacarlo del armario tu peludo amigo desaparezca.
Tu gato interpreta tus gestos
Según el estudio “Man’s other best friend: domestic cats” de Moriah Galvan y Jennifer Vonk, especialistas en psicología cognitiva, psicologías experimental y comportamiento de la Universidad de Oklahoma, tu gato es capaz de captar en cierta forma tus propios sentimientos, especialmente la alegría y la ira. La conclusión del estudio fue que los gatos son capaces de interpretar gestos humanos. Cuando el gato te ve sonreír, muestra comportamientos positivos como ronronear o restregarse contra ti. Claro que según estos especialistas esto se produce porque asocia tu sonrisa con una gratificación para ellos. Y es que cuando estamos de buen humor los consentimos mucho más. Galvan y Vonk llegaron a estas conclusiones tras estudiar las reacciones de doce gatos ante diferentes gestos de sus compañeros humanos. Esta docena de felinos interactuó mucho más con su dueño cuando este mostraba estar feliz, que cuando mostraba enojo. Eso sí, cuando los pusieron en contacto con desconocidos, ignoraron las emociones que estos expresaron. Lo que en ningún caso debes de esperar es que tu gato se comporte como un perro. Estos son mucho más obvios en la expresión de sus emociones. Muchos de los malentendidos del ser humano con los gatos radican precisamente en que este espera que el felino se comporte como un can.
por Almudena Negro